"Feliz cumpleaños" de Alberto Díaz-Villaseñor Cabrera

30.08.2022

Salió un rato a la calle a respirar, pero la estela de los faros del tráfico le cortó la respiración. Anduvo unos metros agotadores, se cerró algo el escote porque hacía frío, apoyó la espalda en una farola, encendió un cigarrillo para equilibrar con humo en sus pulmones el chute de aire puro de la calle y dejó que su cuerpo se deslizara por aquella húmeda y gris espina dorsal de la farola que, como un camino de resbalones y marejadas en su rumbo la condujo despacio hasta sentarse en la acera.

Del bolso sacó el móvil y empezó a responder a las felicitaciones que en todo un día de trabajo agotador no había podido ni ver. La familia de otros lugares donde la ausencia se instalaba entre palmeras tropicales y lluvias torrenciales, las amigas de otras latitudes donde había dejado a veces meses, también algún año, prendidos de confidencias lastimadas, las compañeras de destino acorchado, insensibilizado y mecánico escribiendo con muchas kas y muchas qus y muchas des con sólo la d y muchos por con sólo la x y muchos xd y muchos lol y alguna obscenidad, las de siempre. Y la de él, que le felicitó el día con un enlace a una canción en Youtube.

Intentó bajarse un poco la falda para esquivar el frío, pero al estar sentada el gesto le quedó entre saltarín, gracioso y ridículo. Se atusó el pelo pensando en él de nuevo y, sin darse cuenta, se retocó los labios con el gusto rojo de la amargura y las mejillas con la polvera rosa de la angustia. Antes de devolver el teléfono al bolso alcanzó a ver su última frase, que estaba llena de miedo, de esperanza, de inseguridad, de cariño, de un feliz esos dieciséis y ya me has alcanzado y ahora tenemos toda una senda que hacer juntos por delante si tú quieres. Sonrió. Casi no vio el coche que se le acercaba muy despacio hasta que las luces se le clavaron en los ojos rompiendo las lágrimas de la neblina. Se irguió rápida y se acercó a la ventanilla cuyo cristal ya bajaba en una proposición que la descendía a ella también una vez más al infierno. Miró hacia atrás y le hizo una señal a la compañera que fumaba en la puerta.

Cogió los billetes, subió y las ruedas resonaron en la noche.

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)