"Exposición o deposición" de Rubén Darío Rojas Vega

12.09.2022

En algunos genios, locura y arte conviven en un mismo ser, aunque casi nunca en paz se tratan, ni acuerdan dónde terminan y comienzan. Cuándo el arte es locura y cuándo la locura es arte.

La locura siempre ha sido la hija bastarda de la razón. Pero el loco y el genio están hechos de la misma sustancia, criaturas del mismo pantano de la razón. Mientras el artista goza de licencia social para traspasar la frontera de la imaginación, hasta los confines donde brotan las chispas de la creación; el loco por su parte, se soslaya persiguiendo las luciérnagas de la razón y se embriaga al baile de las ideas, sin importarle el mundo.

Eso mismo aconteció con Rafael Navarro. Su siquiatra le había recomendado, después de muchos años de infructuosa terapia personal, que mejor hiciera algo productivo o creativo con su contumaz condición mental, que estaba al borde de la locura. Un Trastorno de Personalidad Obsesivo-Compulsiva, TPOC, que lo llevaba a experimentar sentimientos sucedáneos de ansiedad y frustración constantes; y una manía de llamar la atención a toda costa, que el mismo Dalí envidiaría.

- "En su personalidad - decía- se advierte una recurrente y absoluta incompetencia frente a situaciones cotidianas, pero con un ímpetu determinante; una expresividad emocional permanente y una imaginación desbordada, que bien canalizados, pueden moderar desórdenes conductuales y emocionales. Si bien diversos estudios clínicos han demostrado que la creatividad y el arte pueden ser factores desencadenantes para el surgimiento y agravamiento de trastornos mentales; también es cierto que, en sentido contrario, nuevos estudios como el de Morgenthaler, con pacientes siquiátricos, permiten avizorar desde la expresión artística, una mejor comprensión de sus neurosis".

En resumen, esperaba que lo de Rafael Navarro dejase de ser una locura clínica, pasase a ser locura creativa y por qué no, terminase siendo una locura artística. Al fin y al cabo, de "artistas y locos, todos tenemos un poco". Así que, siguiendo la recomendación clínica de su especialista de cabecera, decidió matricularse en la Escuela Nacional de Bellas Artes, famosa por albergar por igual, a los más geniales artistas, como a los más recalcitrantes anarquistas de la nación.

Fue precisamente en medio de una acalorada e interminable asamblea estudiantil, celebrada en el gran patio del máximo claustro de las artes del país, que el novel artista expuso por primera y única vez su obra. Su ópera prima. Una especie de performance o intervención artística nunca antes vista. que pasó a los anales de la historia de la Escuela, por su originalidad, alto contenido, gran improvisación y manejo del medio; bautizada como "La Última Palabra" porque cerró con broche de oro dicho evento. "Toda una metáfora de la locura humana, rica en simbolismo y pródiga en el uso de recurso distinto, para reforzar la idea que no se puede plasmar solo con el pincel", según la crítica especializada.

Habían transcurrido ya varias horas de candentes debates, discursos y extensas intervenciones, sin ponerse de acuerdo, cuando de golpe, como surgen las ideas geniales y los impulsos de los locos, Rafael Navarro, con ese vozarrón que nadie se explicaba de dónde salía, pues su cuerpo no albergaba más que huesos; espontáneamente pidió la palabra y con la mano aún levantada, salió dentro del medio de la multitud y atravesó el gran patio hasta alcanzar la tarima, donde se encontraba la gran mesa principal con todos los miembros del Consejo Estudiantil en pleno. De un súbito salto, se encaramó en la mesa principal, consiguiendo llamar de inmediato la atención de todos los demás estudiantes asistentes y sin más preámbulos expuso:

- "Después de ver tanta mierda, yo también quiero exponer mi obra, como medio de expresión para comunicar lo que pienso..."- y repentinamente, se bajó los pantalones y acurrucándose, se cagó tranquilamente en la mesa principal, frente a la mirada atónita de toda la Asamblea, que instintivamente se disolvió inmediatamente, entre aplausos y rechiflas, sacándolo en hombros y llevándolo de vuelta a terapia.
Locura y arte, habían vuelto a tener feliz desencuentro.

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Imagen: Obra de la pintora Rosa Salinero (Vitoria / Ciudad Real)