"Entre los ojos" de Franco Galliussi

12.09.2022

- Buenos días señor Galván, tome asiento por favor -dijo el gerente, y con su mano señaló una silla frente a su escritorio.

Me senté, como me lo había indicado, y cruce mis manos sobre la hebilla de mi cinto, para evitar que me notaran nervioso.

- Somos una empresa que considera a sus empleados parte de una gran familia y por eso lo hemos llamado. Nos preocupa de sobremanera su desempeño en estos últimos meses -puntualizó el gerente-. Ha sumado diez licencias médicas por cefalea, tres inasistencias sin justificativo, su producción ha disminuido, y cuenta con cuatro apercibimientos de su supervisor por falta de celo en su función.

Me limité a asentir cerrando los ojos y llevando mi cabeza hacia abajo.

- Debido a que es un empleado con más de diez años de antigüedad, hemos decidido darle la oportunidad para que se expida, y brinde una justificación ante la evidente falta de compromiso para con su labor; y en caso de hacerlo, la comisión de recursos humanos, aquí presente, podría solicitar que conserve su puesto o, quizás, que sea reubicado.

- Estoy atravesando algunos problemas -dije entre dientes-. Les pido disculpas. Lo que me ocurre es un asunto personal.

- En ese caso no hay más nada que hacer señor Galván -dijo el gerente, y finalizó indicando-: A partir de la fecha esta empresa prescinde de sus servicios; no tendrá derecho a indemnización porque las causas de tal decisión se encuentran perfectamente documentadas. Se pondrá a vuestra disposición el monto proporcional a su último sueldo, a sus vacaciones y aguinaldo.

Ese día estaba nublado, o al menos yo lo noté así. Caminé hacia mi casa en silencio y con mi mente inundada en pensamientos.

Cuando llegué, un hombre estaba frente a la puerta.

- ¡Hola Juan!¿Cómo has estado?-saludó el cartero.

- Hola Valentín. Ahí vamos. ¿Qué me has traído?

- Es del banco. -Me entregó el sobre-. Seguramente es el aviso del aumento de las tasas de interés, o quizás la renovación de alguna tarjeta de crédito. Fírmame acá, por favor.

Recibí la correspondencia y entré a mi casa. Sentí olor a humedad: hacía varios días que no abría las ventanas y que no lavaba los platos. Intenté dormir un poco, pero me la pasé girando en la cama. Llegaron las 15:30 horas. Tenía que salir nuevamente. Me puse una bufanda hasta la nariz. Antes de abrir la puerta, eché una mirada a la mesita del living, y suspiré.

Caminé a paso ligero hasta la plaza "San Francisco" y me senté en el lugar indicado. Durante la espera no podía dejar de mover mis piernas. A las cuatro en punto se sentó junto a mí una mujer. Mientras fumaba dijo:
- El trabajo está hecho. Aquí tiene el informe final con fotos adjuntas. Hemos recibido de su parte los cuatro mil dólares acordados. Gracias por confiar en nuestra empresa de vigilancia.

Tomé el sobre y ella se fue.

De regreso, pasé por un bar. Necesité tres vasos de whisky para animarme a abrir el sobre.

Esa noche entré a mi casa y no salí de ahí durante siete días. No vi a nadie, salvo al cartero, que luego de pasar el feriado de navidad trajo otro sobre.

El séptimo día decidí que moriría el primero de enero.

Llegado el momento, me senté en el sillón del living. Sobre mis rodillas apoyé una caja donde guardaba todas mis desgracias: el telegrama que anunciaba mí despido del trabajo, una intimación para pagar una enorme deuda con el banco, y fotos de mí mujer con otro hombre.

Me quité la alianza de oro y la dejé caer sobre la alfombra.

A mi lado estaba la mesita. Abrí su cajón y saqué un revolver. Apunté y apreté el gatillo. La detonación y otros sonidos se repitieron en el eco de las paredes.

El disparo fue certero; impactó entre mis ojos.

Decidí que volvería a nacer el 01 de enero. Lloré para empezar a respirar, y luego, a modo de bautismo, me afeité la cabeza.

Abandoné mi hogar para siempre; dejando una bala en la pared, y lo que un día fui, en miles de pedazos de un espejo destruido.

••••••••••
Imagen: Obra de la pintor Rosa Salinero (Vitoria / Ciudad Real)