"El hilo" de Mario Reinaldo Martínez Delgado

12.09.2022

Caminabas por esa la calle, de pronto viste que salía de la fachada de aquella casa, flotaba en el aire, bailando con soltura, gracia. Sedujo tu curiosidad. Te aproximaste, mirándolo de cerca, te percataste que era verdad, le sonreíste e intentaste cogerlo. Esquivándote con delicadeza, te obligó a prestar atención a su sinuoso baile al compás de la brisa. Después de varios intentos deslucidos, te permitió atraparlo.

Asegurándolo entre tus dedos lo estiraste hasta tensarlo con suavidad. No cedió.

Demostrándote su fuerza de seda, de la profunda China. Halaste un poco más fuerte, comenzó a salir de la pared sin partirse. Seguiste halando sin detenerte, mantuviste la tensión a un ritmo pausado, seguro. No querías que se partiera. Mientras capturabas pulgadas y metros, la vivienda poco a poco se
consumía.

Reíste hacia afuera y tus adentros. Con cada vuelta de tus manos te embullabas. Fuiste enrollándolo con cariño, formaste un gran atado, hasta pasar entre tus pulgares e índices, el finalísimo tramo, desapareciendo la habitación del final.

Con algo de esfuerzo, más pleno de emoción y entusiasmo, cargaste en tu espalda el grande y organizado bulto. Partiste temeroso de algún reclamo.

Llegaste feliz a un lugar apartado, en un buen barrio. Lo bajaste con cuidado, evitándole golpes y polvo. Respiraste profundo, te invadió una alegría total y emprendiste el desenrollo. Ante tu inesperado asombro, ella sola se fue armando. Invadido por el asombro y la alegría, disfrutaste el proceso. Al rato estaba terminada. Entraste, te deleitaste con cada mueble, te acomodaste a descansar en el cuarto, sobre limpias sábanas de la misma textura.

Al rato cuando el sueño, por ser más profundo, te alejó de la vigilia. Todo se deshiló, suave, y cada centímetro se fue cerrando en sí mismo, cercándote, apretando tu cuerpo a la cama, cuando la presión te precisó, abriste los ojos. Cada poro estaba rodeado, cubierto en varias e indescifrables direcciones. No te pudiste mover, ni respirar, solo ver entre la madeja, a lo lejos, la punta que bailaba con la idéntica soltura, gracia que te atrapó... y... lo último que viste fue acercarse a otra persona que...

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Imagen: Obra de la pintora Rosa Salinero Rojas (Vitoria / Ciudad Real)