"El Ente protector" de Javier Reiriz Villar

05.11.2020

Como cada mañana, Damien Ewing pasa los primeros momentos del alba en el porche, sentado en su vieja mecedoray con la mirada perdida en algún punto de un horizonte amenazadoramente cercano. La mañana es espléndida y lo único que rompe la quietud del lugar es el fino hilo azulado que asciende de su vieja pipa, humo apenas perturbado por una ligerísima brisa procedente de las montañas del levante. En esas cumbres descansa precisamente la mirada de Damien.

- Parece que hoy el humo del volcán tiene algo de raro -dice a Masani, su mujer, que acaba de irrumpir en el porche.

- Llevas diciendo eso desde que te conozco, Damien Ewing, y de eso hace ya mucho tiempo. Yo lo veo como siempre.

- Fíjate bien -insiste-, ¿no te da la sensación de que está más cargado, como más... ¿amenazador?

- Para mí es el mismo jodido humo de siempre, ni más ni menos apestoso que el que sale de tu pipa -parece que Masani no está de humor- ¡La de años que han pasado y no logro acostumbrarme a él!

- Muestra un poco de respeto por Jack, Ma, no vaya a ser que se enfade.

- Eres un negro viejo y romántico, Damien Ewing ¡Mira que ponerle nombre humano a un volcán! ¿Todavía crees que ese... como se llame, tiene vida?

- ¡Pues claro que la tiene! -a Damien Ewing se le enciende el rostro-. Pero no el volcán sino el Ente que lo controla. ¿Acaso no han sido suficientes las señales que nos ha enviado para demostrarlo?

- ¿Señales? ¿te refieres a esos conatos de erupción que en caso de haber progresado nos hubiesen asado como a pollos? ¿o te refieres a tu terquedad por permanecer en un lugar que ni las más miserables alimañas quisieran para vivir?

- No fueron conatos, Ma -Damien serena su tono porque sabe que cuando Masani se enfada, ni el volcán tiene arrestos para calmarla-. Fueron señales. ¿Recuerdas, en el 62, cuando el banco quiso hacer valer su derecho sobre nuestra propiedad y desahuciarnos?

- Ya estás otra vez con eso -Masani no da el brazo a torcer-. Fue pura chiripa que ese volcán entrase en erupción, aunque luego cortara de cuajo y se calmase.

- ¿Ves, Ma? La diferencia entre nosotros dos es que yo soy agradecido y sé apreciar cuando alguien se moja. No fue casualidad. Jack hizo ver a esos cabrones que sin su control sobre el volcán la tierra que hay en este valle no vale ni un centavo. De poco le hubiera servido al banco quedarse con nuestra casa si nadie la quiere ni regalada. ¿Y lo del 85?, ¿también fue...?, ¿cómo lo has llamado..?, ¿chiripa? Si no fuese por Jack, que activó el volcán y desvió el curso del río, el reventón de la presa hubiese anegado el valle y hubiésemos perecido ahogados.

-Suerte -Masani suspira-. Ese día volvimos a nacer. ¿Sabes? Creo que fue a partir de ese momento cuando empecé a creer que tal vez este sitio no fuese tan malo después de todo. No le otorgo la gracia de nuestra buena estrella, pero reconozco que este lugar tiene algo de protector. No sé si hay alguien o algo detrás de todo esto, pero me resisto a pensar que un ente, como tú lo llamas, tenga el control de los hilos que mueven nuestras vidas. No y mil veces no, Damien Ewing -Masani da media vuelta, cruza el porche y se pierde en la frondosidad del huerto que tienen hacia poniente.

Cuando Masani desaparece, Damien Ewing impulsa de nuevo la mecedora, da una profunda calada a su pipa y comprueba con desagrado que esta se ha apagado. A lo lejos, el volcán, como imitando su gesto, parece también haber moderado su actividad.

- ¿Sabes, Jack? -se interrumpe para encender de nuevo la pipa-. Ella no sabe de qué va todo esto. Jamás se lo he contado y, dadas las circunstancias, quizá sea mejor que siga ignorándolo. Un Ente como tú, que cambia de volcán constantemente y que tiene que tomar decisiones difíciles, es mejor que pase desapercibido. Ella no tiene por qué saber que en el inicio de los tiempos todo era distinto. Sí, mejor que no te asocie con lo de Pompeya.