"El compromiso", de María Eugenia Morchio Rigaldo

22.05.2019

Había una vez en un pueblo muy lejano alejado de la ciudad una casa de madera muy humilde allí vivía un hombre de ojos negros y cabellos ondulados rodeado de caballos sentado en una mesa y con un cuaderno y una lapicera entre mis ideas pensé ¿Será escritor? ¿Cómo se llamara?. Yo siempre fui tímida había viajado para descansar unas vacaciones. Así que junté coraje y le pregunté ¿Señor sabrá de algún para hospedarme en este bello lugar?. Y él amablemente contestó me llamo Carlos señorita; aquí a 3 cuadras doña Nélida es muy servicial y la hospedará. ¿Cómo te llamas? Yo amablemente respondí Giulietta y él me dijo gracias, muy amable; se apetece un vaso de agua y yo la acompañaré a la hostería de Nélida. Ella estaba muy agradecida por su gesto.

Al día siguiente recorrí el pueblo y tomé el desayuno en una cafetería donde Galo preparó un riquísimo desayuno. Seguí recorriendo a caballo; mi papá Jorge me había enseñado de niña en las sierras de Córdoba, especialmente en Amancay y Tanti. ¡Oh! me sorprendí al ver a Carlos en su caballo blanco buscando víveres y se acercó y susurró "Buen día señorita Giulietta, ¿cómo está, cómo amaneció?" a lo que respondí embelesada por su mirada cautivante muy bien, Nélida es muy cordial. ¿Qué hace por acá Carlos en el pueblo?

Con una sonrisa respondió: Vine a visitarla y a recorrer el pueblo a caballo. Y le dije sí, acepto, no conozco mucho, muy amable, y pasamos una hermosa tarde de campo con paseos, charlas y merienda de campo incluida. Después emprendimos camino de regreso y me acompaño de doña Nélida. Le conté que era periodista y qué le parecía le hiciera una nota como escritor y él accedió amablemente. Nos saludamos y dijimos hasta mañana. Al día siguiente desayuné y preparé todo para la nota pero Carlos se cayó del caballo y se quebró el pie, así que decidí cuidarlo y ayudarlo en sus tareas y él estaba tranquilo y contento ya que estaba muy solo; sus familiares vivían en otro país y venían para Navidad. Así fue que nos hicimos amigos y estaba feliz; por la nota y mi compañía.

Pasó el tiempo, Carlos se recuperó y le dije bueno amigo debo volver, y me ofreció instalar mi revista en el pueblo, él tenia un local y le dije: lo pensaré, responderé en el desayuno mañana y ¡oh emoción! cuando le iba a responder en el desayuno había una rosa roja y un anillo y una tarjeta que decía "te amo Giulietta, quédate", así que respondí con una mano en mi corazón que sí y nos abrazamos y desayunamos felices.