"El cartucho", de Ricardo Martín Viso

24.05.2019

-Hasta luego cariño; ya que tienes el día libre, acuérdate de comprar el cartucho para la impresora.

-Vale, que sí, Charly; que no se me va a olvidar.

Charly besó en la mejilla a Paula, vestido con traje azul y corbata a juego, bajó en el ascensor al garaje de casa y arrancó su coche híbrido de color negro para comenzar la jornada como chófer de una empresa de vehículos de turismo con conductor. El primer servicio era en la Plaza Miró, junto al portal de su casa; un cliente de la zona, incluso se conocían de vista. Fueron en dirección al aeropuerto, hablaron lo justo, así que una tertulia política radiofónica se convirtió en la banda sonora de un recorrido saturado de tráfico hasta la terminal de salidas.

Quedaba una hora de tiempo hasta recoger también en el aeropuerto al siguiente cliente, por lo que aparcó en la zona de seguridad que tenían sus compañeros de empresa para evitar incidentes con los taxistas. Qué rara está Paula últimamente, pensó; llega tarde a casa desde la oficina, no tiene ganas de nada, hoy se ha pedido el día libre...Se miró los zapatos, comprobó que una incipiente curva de la felicidad asomaba tímida por el cinturón; igual es que había dejado de atraerla.

Ensimismado, volvió a sentarse en el volante, pero los viajeros posteriores no consiguieron que tranquilizara sus pensamientos negativos e incluso se equivocó de dirección al tomar una rotonda. Restaba el último servicio, era en la estación del AVE. La última pasajera resultó ser una elegante mujer, de unos cuarenta y cinco años, que viajaba sin equipaje. A Charly le pareció tan atractiva que empezó a fantasear sexualmente imaginándose encima de aquel cuerpo, hasta que ella interrumpió bruscamente su ensoñación fronteriza entre lo erótico y lo pornográfico:

-Perdone, aunque le había dicho que íbamos al aeropuerto, antes tenemos que ir a recoger a una persona que me espera en la Plaza Miró.

- ¿Plaza Miró? ¡Qué casualidad, yo vivo allí! - exclamó sorprendido.

Al llegar a la plaza, vio que su mujer aguardaba en la acera junto al portal de casa, acompañada de dos maletas. La pasajera descendió, besó en la boca a Paula y ambas se dirigieron al coche. Charly, incrédulo, abandonó el asiento del conductor dejando la puerta abierta y el motor encendido.

- ¿Qué coño es esto, Paula?

- Se acabó, Charly. Esto es Eva. No te preocupes, te compré el cartucho; está junto a la impresora.