"El Brayan" de Ivette Crespo Bonet

17.09.2020

Nací en un lugar al que no pertenezco. No me siento de aquí y me da el pensamiento que carezco del más elemental amor a mi pueblo. Ni siquiera me atrevo a decir de dónde procedo no sea que el barrio entero me saque a pedradas y me declare persona "non grata".

A mí me bautizaron como Brayan. Tengo que cargar con un nombre que solo delata mi pobreza. Jamás se ha visto un cantor de ópera, un artista escultor o algún gran intelectual que se llame igual. Solo los barrios marginales y de turbio porvenir tienen Brayans. Se lo he cuestionado mil veces a mis padres. Les reclamo que hayan echado sobre mí su mal gusto sin haber al menos consultado la ortografía en cualquier biblioteca de por aquí. Debí ser Brian. Con todas las de la ley y con los aires ingleses mejor ajustados. Ellos me dicen que por poco me llaman Yason. Esto es como para lágrimas.

Mis padres me tuvieron siendo muy jóvenes. Apenas rozan los cuarenta ahora mismo. Fue la clásica y poco romántica historia de amor de barrio donde el joven le pregunta a la damisela si quiere dar un paseo en bicicleta y luego ya no la regresa más a la casa. No son malos padres, si es que su gusto por encender el radio a todo volumen con reggaeton y bachata no se considera maltrato. A mí nadie me saca de la cabeza que soy adoptado. No importa que tenga los mismos ojos de mi padre, el cabello de mi madre ni que escriba con la zurda como ellos. Admito que esos detalles dan al traste con mi teoría desesperada.

El asunto es que llamarse como me llamo me limita. Nadie espera nada de mí. Ni siquiera yo y por eso me doy terapias de autoestima yo mismo. Les cuento que aspiro a ser escritor de novelas, que mis escritos sean best-sellers y que algún día lleguen a cartelera. También me gusta la música clásica. A escondidas escucho a Beethoven, Bach y Mozart o más contemporáneos como Yiannis. No se imaginan lo que es escucharlos teniendo a Bad Bunny en decibeles desproporcionados y sin competencia. Cierro los ojos y me escapo. Hasta que mi madre me necesita, me grita desde la sala y me despierta. Me pasa la escoba y me
dice: "No sea flojo. Tenga pa'que se entretenga."

Algún día me iré. Seré alguien y lo haré bien. Por ahora cargo un nombre.

Mañana ya veré.