"Dum conscientia (Reflejo de la conciencia)", de Sandra Rodríguez Díez

26.05.2019

Silencio, un profundo y envolvente silencio, que se metía en mi interior recorriendo cada parte de mi cuerpo. Luego un zumbido, casi inapreciable, pero lo suficiente como para perturbar mis sentidos.

Mis párpados se sentían pesados, como si hubiesen pasado décadas, desde que los cerré por última vez. Entonces me levanté y mis ojos se abrieron de golpe, atónitos ante el macabro espectáculo que aparecía frente a ellos. Era un lugar lúgubre y seco, sin un ápice de luz que pudiese guiarme. Un insufrible olor, procedente de a saber dónde, penetró en mis pulmones, haciendo que se retorcieran, como a aquel al que le ensartan una espada.

De pronto pude oír, después de tanto silencio, susurros, casi mudos, como un soplo de viento, luego murmullos, se sentían lejanos e indescifrables y de nuevo silencio, ese condenado silencio. Me encontraba de pie, haciendo frente a una profunda oscuridad que me atraía hacia ella, intentando envolverme con sus escalofriantes brazos. Retrocedí, casi por inercia y entonces choqué, con algo que parecía un muro frente a mi tacto. Recorrí aquella extraña pared con mis manos, casi acariciándola, por miedo a lo que en realidad fuese. Ante lo que parecía un perdurable muro, paré de golpe, pensando en el sinsentido de seguir adelante.

Unos gritos angustiosos cortaron el silencio, obligándome a volver sobre mis pasos, mientras mis manos obstruían, sin efecto alguno, mis oídos. Fue en ese momento cuando lo vi, esa macabra escena que jamás podré sacar de mi conciencia, pues cientos de abrumadoras criaturas corrían a mi alrededor entre gritos mudos y lamentos. Me quedé inmóvil ante tal escena, esperando despertar de tal enigmática pesadilla. Una de aquellas almas en pena, percibió mi presencia, aproximándose con gran rapidez y colocándose a tan solo unos centímetros de mi cara. Pude ver, a través de esos vacíos y penetrantes ojos, mis mayores temores y pecados. Un sentimiento de angustia brotó dentro de mí y una lágrima, tan solo una lágrima acarició mi mejilla.

En tan solo unos segundos, estaba completamente rodeado por esas desdichadas criaturas, desgarrando por completo mi alma o lo que quedaba de ella.

Me levanté sobresaltado entre angustias y sudores. Aún seguía aquella lágrima pegada a mi mejilla, reflejando mis más oscuros pensamientos de conciencia. Y es que había algo que realmente me atormentaba mucho más que esa pesadilla, pues aquello que hice no podrá borrarse jamás y quedará encadenado a mi alma por siempre, mediante un candado del que no existe llave que me pueda liberar.