"Cruz de navajas" de Balbina López Caballero

13.10.2020

El señor Avellaneda espera impaciente en su despacho la llegada de Coral. Se frota las manos repetidamente pensando en el imperio que formará cuando su hija se case con Diego. Dos dinastías aunadas que le darán el poder que necesita.

La muchacha golpea suavemente la puerta, pidiendo permiso.

―Adelante ―dice con voz autoritaria.

―Coral, tengo que darte una buena noticia, don Diego Guzmán me ha pedido tu mano, muy pronto anunciaremos el compromiso.

―Papá, soy muy joven para casarme. Don Guzmán frisa tu edad, podría ser mi padre y. si me apuras. hasta mi abuelo, con el debido respeto; creo que tengo el derecho a elegir con quién compartir mi vida ―contesta azorada.

El padre asesta a su hija una bofetada, por impertinente. ¿Qué se habrá creído la mequetrefe esta para desbaratar todos sus sueños?

―Tú te vas a casar con quién yo te diga ¿estamos? Y ahora, marcharte, tienes clase de piano ―dice extrayendo del bolsillo su viejo reloj.

La muchacha cierra la puerta tras de sí, en silencio, conteniendo toda su rabia. Minutos después, el señor Avellaneda sale del despacho. Se dirige hacia el salón donde se encuentran su esposa y su amigo Diego.

―Perdonad la demora, acabo de hablar con mi hija, está encantada con el enlace ―miente descabelladamente.

Guzmán sonríe para sus adentros, esperaba que la muchacha se negara, sobretodo porque la última vez que habló con ella pudo comprobar el carácter indomable de aquella fierecilla, lo que hizo desearla aún más.

―Si me permites Alejandro, desearía poder hablar a solas con mi prometida.

―Por supuesto, se encuentra en la salita de invitados.
Guzmán se dirige hacia dicha sala, feliz, atusándose el bigote.
Coral camina taciturna por el pasillo, acaricia su enrojecida mejilla. Diego Guzmán es un ser despreciable, codicioso, vengativo, jamás se casará con él. Además su corazón está ocupado, se siente enamorada de Pablo, su profesor de piano.

―Buenos días; Coral; te he traído una partitura nueva, la compuse ayer; se titula "Música en tu corazón" ―dice el pianista esbozando una sonrisa.

La chica respira hondo, y la expresión de su rostro se torna en una fingida sonrisa. Desliza sus delicados dedos sobres las teclas, creando una sublime melodía. La angustia le oprime el pecho y sus mejillas se humedecen entre corcheas y semicorcheas. El muchacho no puede evitar fijarse en sus lágrimas.

―¿Por qué lloras, princesa?, se me encoje el corazón de verte así.

La joven, entre sollozos, confiesa el encuentro fatídico de su destino; el chico sujeta suavemente la barbilla de la muchacha y la contempla con ternura, como si quisiera con sus pupilas acariciarle el alma.

―¡No puedes casarte! Yo... yo te amo.

Se acercan lentamente y se besan, con delicadeza, con la misma timidez que se le otorga al primer beso. En ese mismo instante, la puerta se abre y aparece Diego.

―Pero, ¡Qué ven mis ojos!, ¡Esto es una traición en toda regla!, ¿Me estás engañando con este mentecato?

Los jóvenes se apartan desconcertados, Guzmán se acerca hacia Pablo.

―¡Esto no va a quedar así!, te desafío a un duelo de navajas en el campo del óbito, a media noche. ¡Acabaré contigo, maldito! ―, grita dando un portazo.

La joven pareja se abraza al presagiar el funesto final que les depara. Todo el mundo sabe el buen manejo que tiene Guzmán con las armas.

Pablo se dirige hacia el lugar elegido por Diego. En sus manos temblorosas porta una navaja. El tañido de las campanas de la iglesia anuncia la hora acordada, comienza la lucha.

Con un ágil movimiento, Guzmán hiere en un brazo al joven, que se encoge. La luna, testigo de aquel cruce de navajas, se oculta y todo queda en una inmensa oscuridad. En mitad de ese velo mortuorio se oye un grito desgarrador. Entre las montañas, la luna vuelve a emerger y deja entrever una figura doblegada: es Diego, está sangrando por la espalda. Roto de dolor, se da la vuelta, y desconcertado ve a Coral con una navaja teñida de sangre, de su propia sangre; la mira con odio y escupe bajo sus pies. Moribundo, contempla con rabia cómo los jóvenes lo abandonan a su suerte.