"Corazón errante" de María Balbina López Caballero

13.10.2020

Hace muchísimos años, en un pequeño pueblo, hubo una fábrica de harina que abastecía a las aldeas colindantes.
Podría ser un edificio industrial como cualquier otro; sin embargo, en él se acontecieron fenómenos paranormales.

Hubo algún trabajador que juró haber escuchado gritos, lamentos, otros aseguraban que las luces titilaban y que los objetos levitaban, pero lo que más preocupaba, era lo que ocurría con los sacos de harina. Antes de marcharse, los trabajadores, apilaban los fardos y, al volver por la mañana los costales estaban destrozados, aquel polvo blanco se hallaba esparcido por el suelo, como si hubiera nevado dentro. Percibieron unas diminutas huellas. No obstante, un joven se percató de que aquel rastro no era de ninguna rata, sino de un niño. Revisaron todos los rincones e incluso contrataron un vigilante, pero¡ todo aquello parecía inútil, pues cada día aquella dependencia amanecía hecha un desastre. Las pérdidas eran considerables y tuvieron que cerrar. Aquella grandiosa fábrica quedó abandonada, y aun así, todos los que transitaban cerca contemplaban en sus ventanas los vestigios de unas pequeñas manos. Se narraban tantas historias sobre ella que ningún osado cruzó su entrada... Hasta hoy.

Un programa de televisión que trata sobre el mundo del misterio y sucesos paranormales se interesa sobre el caso, y se trasladan a la villa. Varias furgonetas se aglutinan sobre la nave, de ellas salen varias personas. El alcalde los espera, se acerca al portón e introduce las llaves, a trasluz se dibuja una habitación con escasos muebles. El presentador del programa accede al interior y recibe una bofetada de humedad rancia y olor a moho que le provoca un par de arcadas. Extrae de su bolsillo un pañuelo y con él cubre su nariz. Un intenso escalofrío recorre su cuerpo y perla su frente. Tiene un mal presagio. Algo le dice que ese lugar esconde un macabro secreto. Sus compañeros colocan en las habitaciones cámaras y grabadoras. Al terminar, se marchan.

―Muchísimas gracias alcalde, mañana revisaremos todo. Nos vemos a las ocho.

A la hora acordada, el edil abre las puertas. Las cámaras están destrozadas, excepto una que se mantiene en pie gracias a una pequeña mesita que la sostiene. Las grabadoras han desaparecido.

―Vámonos, volveremos con más material.

―Me gustaría meditar. ¿Os importa si me quedo un rato aquí solo?. Gracias ―dice el presentador.

Aquellas personas se marchan. El hombre, aturdido, transita por la habitación principal. Deja caer su pesado cuerpo sobre la mesita que cede y se quiebra. Al recoger los pedazos, se da cuenta que debajo del cajón hay un cuadernillo adherido. Desprende la libreta y hojea sus páginas. Es un viejo diario. Sus primeras hojas muestran las ilusiones de un matrimonio que inauguran el negocio de una fábrica de harina, que al principio resulta ser todo un éxito. Sin embargo, una década después, la pobreza se estaciona sobre el municipio. Aquel caballero ayudaba a los más necesitados a mitigar el hambre.

Una mañana se presentan un grupo de individuos e intentan apropiarse de sus bienes, trata de defenderse y recibe a cambio el impacto de una culata que lo derriba en presencia de su esposa y su hijo de siete años. Este último propina una patada al que había golpeado a su padre. El hombre, sin compasión ninguna, apunta al pecho del chiquillo y le dispara en el corazón, arrebatándole la vida. Desde ese mismo instante sus padres perdieron las ganas de vivir, se quitaron la vida con una infusión de cicuta y así acabar con aquel sufrimiento. Aquella historia la había escrito el pobre hombre para que supieran el crimen que allí se había cometido.

El presentador cierra el cuaderno con los ojos velados por las lágrimas. Pensaba en el tormento de aquellos padres; él tenía una hija y era incapaz de imaginar su vida sin ella.

Las luces parpadean y una de las bombillas explota. Entre la penumbra, se percibe una pareja que abrazan a un crío. Los tres le sonríen y desaparecen.

El joven cierra las puertas con el diario asido al pecho. Se da la vuelta una última vez y contempla un espectacular incendio que devora el interior de la fábrica y todo lo que ahí se ha vivido.