"Como cada día" de María Estefanía Rodríguez Valentín

11.11.2020

Como cada mañana sale a la calle en la misma dirección, siempre a las 7:45 sale de su casa para ir a verla, cada día el camino se le hace más largo, sus piernas no son lo que eran, haga frío o calor, llueva o nieva, no puede perder la cita con el amor de su vida, la misma rutina desde hace cerca 5 años.

La encuentra en la misma habitación de siempre, con la mirada perdida a un punto fijo, cuánto desea que al llegar a su lado lo mirase a él y le dijese que lo ama, pero como siempre no lo reconoce, para ella solo es un extraño a pesar de haber convivido con él más de 50 años.

Recuerda cuándo la conoció, tan solo era una niña que peinaba coletas, tan hermosa, tan inocente, intentó por todos sus medios no enamorarse de ella, pero le fue imposible, ella se colaba en sus sueños, no conseguía sacarla de sus pensamientos, así que un día cuando ambos rodaban los 15 años se le declaró, ella no le dijo nada solo le miro para después agachar la cabeza y salir corriendo lejos de él, esa fue la primera vez que le rompió el corazón, pero duró poco ese sentimiento, cuando iba de regreso hacia su casa ella le agarró de la mano con fuerza y lo llevó detrás de un árbol fuera de la vista de los demás, tan solo un te amo justo antes de que sus labios se unieran en uno solo.

Fueron novios varios años hasta que a él lo llamaron para hacer el servicio militar, 18 meses que tendrían que estar separados, creían que no serían capaces de superar la distancia, él decidió hablar con los padres de ella y dejarles dichos sus planes hacia su hija, cuando regresase se casarían.

Fue difícil para los dos pero gracias al amor que se prodigaban consiguieron hacerlo posible.

Tal y como estaban en sus planes se casaron, él no entraba en su gozo, estaba junto a su amor, su amiga, su compañera y a partir de ese día su amante.

Ambos se regalaron lo que tanto ahínco tenían guardados para aquella deseada noche, jamás tuvo ojos para otra mujer, ella era la única.

Con el paso de los años llegaron los hijos, tuvieron que trabajar arduos para que no les faltase nada, nadie les dijo que la vida no es fácil y que tenían que hacer muchos sacrificios para poder felices, pero no se quejaban, tenían todo lo que deseaban siempre que lo hiciesen juntos.

Qué dicha tan grande sintieron cuando su hijo mayor se casó y meses después les hizo abuelos, ella no dejaba de sonreír cada vez que tenía a esa criatura en sus brazos, ese corazón tan hermoso capaz de poder llenarlo de amor hacia los demás.

Todo se torció hacia 6 años atrás, un descuido, la memoria de ella se fue perdiendo hasta llegar el día un año después en que ya no recordaba a nadie.

Agarra la silla de ruedas donde ella está sentada para sacarla un poco al sol, siempre le gustó la sensación de sentir el calor del astro en su piel, le duele la espalda y los brazos, daría cualquier cosa para tener la lozanía de años atrás y poder guiarla con la fuerza de antaño.

En un lugar del jardín se acerca a un banco y se sienta allí con ella a su lado, la mira en silencio como siempre, guardando para sí tantas cosas que desearía poder decirle.

Pero esta vez es diferente, ella lo mira con ternura, esa que ya él casi había borrado de su memoria.

- Domingo - lo llama casi en un susurro.

- Estoy aquí mi amor.

Se agarran de las manos y ambos sienten que sus corazones vuelven a latir enamorados.

Solo un beso, tan dulce que llega a doler, tan solo eso hasta que ella vuelve a su estado anterior.

Él, como a diario, deja la residencia en la cual ella hace su vida ahora, está cansado, casi sin fuerzas vuelve a hacer el recorrido hasta su casa, deseoso que vuelva la mañana y poder estar con ella otra vez.