"Cambio climático" de Patricia Collazo González

12.09.2022

Tenía que pintar de azul los mares. Era su primer mapa de España y Javi estaba concentrado, con la lengua entre los dientes y los dedos blancos de tanto presionar el lápiz mordisqueado. Seguía la técnica que mamá nos había enseñado a todos: primeros los bordes y luego ya vas rellenando. La punta, que ya no estaba tan afilada como hubiera sido deseable, iba recorriendo cada bahía, cada istmo, cada península. Rodeaba una a una las islas y trepaba por los cabos. Yo, mientras tanto, me afanaba en recortar con esmero y pintar en colores distintos cada uno de los órganos del sistema digestivo. Me sentía muy mayor. Lo de pintar los mares ya lo había hecho dos cursos atrás. Ahora tocaban cosas más importantes. No vas a comparar el Mediterráneo con el esófago, y menos aún con la laringe y la faringe.

La tele sonaba en la cocina como un runrún de fondo eterno. Mientras, Javi iba repitiendo los nombres de sus islas a medida que las iba rodeando de mar: "Mallorca, Menorca, Ibiza y la más pequeñita: Formentera" proclamaba a medida que avanzaba. En Formentera el trazo resultó demasiado grueso y prácticamente toda la isla, menos un diminuto punto blanco, se tiñó de añil.

"Noticia de último momento: maremoto en Baleares. La isla de Formentera ha sido engullida por el mar. No se puede determinar aún el número de víctimas, pero se trata de una catástrofe de..."

Mamá, que dormitaba su novela de las tardes, dio un respingo. ¿Habéis escuchado? ¿Ha dicho que Formentera...?

Javi miró su mapa, la pantalla de la tele, y mi cara de sorpresa.

Tranquilo, quise decirle, es una casualidad. Pero el pulso me temblaba tanto que el hígado marrón que acababa de recortar y al que le había puesto cola en el dorso, saltó de mi dedo para posarse sobre la costa norte del mapa de Javi.

"Atención: otra noticia de alcance. Un gran meteorito de arcilla marrón ha caído sin que fuera previamente detectado sobre Cantabria y parte de Asturias. También pudo haber afectado la zona oeste del País Vasco. En cuanto tengamos más datos, seguiremos ampliando".

Quise quitar el hígado del mapa de Javi, pero se había pegado de un modo que hacía que pesara toneladas.

El tironeaba de su hoja, yo de la puntita marrón de mi hígado. Al final solo conseguimos una rajadura en el papel. Desde la costa Cantábrica hasta el centro de la Península. El mar comenzó a filtrarse por ella imparable. El centro de España empezó a teñirse de azul.

Mamá dijo que teníamos que llamar a los abuelos que vivían en Galicia a ver si a ellos... Pero cambió de idea cuando miró hacia el balcón. A lo lejos, una tromba de agua cargada de barro se acercaba por la avenida.

Fue nuestra culpa, mamá. Fue nuestra culpa, atiné a decir. Y justo antes de que la ola gigante llegara a la ventana pude interponer intestino grueso y delgado en su camino. El agua pareció absorberse, pero ahora por nuestra ventana se observa una tira infinita y enroscada sobre sí misma, que nos tapa toda la vista.

Podríamos haber estrujado los folios y tirarlos a la papelera, pero menos mal que no lo hicimos. En cambio, nos hemos puesto a despejar agua los tres, pintando como locos las montañas, las mesetas, los valles, las ciudades faltantes en el mapa de Javi.

Al final, si entre mamá y yo le hacemos el trabajo ya verás que mañana a mi hermano su profe le pone un ¡Genial! o algo así, y a mí en cambio, me tocará explicar que a mi sistema digestivo se lo ha comido el perro, porque nadie, pero nadie me creería la verdad.

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Imagen: Obra de la pintora Rosa Salinero (Vitoria / Ciudad Real)