“Buenas noticias personales” de Fernando Monar Rubia

03.03.2021

Luis solía comenzar a trabajar en El Retiro, muy temprano, sobre todo cerca del enorme ahuehuete, el árbol más viejo de la Comunidad, en los jardines del Parterre, al lado de la puerta de Felipe IV. Allí construía noticias, sus "buenas noticias personales" (BNPs), tablet en mano, que después distribuía por internet, desde cualquiera de los trenes del metro en movimiento.

A la tarde quedaba con sus clientes y caminaba, por el centro de la ciudad, con ellos, escuchando sus anhelos y sus encargos: "Mati, mi nieta Mati - decía una mujer ya entrada en años - es la capitana del equipo de rugby femenino, campeonas de España, y no lo ha sacado nadie... ¡No existe el deporte femenino en este país!". En una foto, Mati, medio melé del equipo de rugby-seven femenino sub-18 de Madrid, sonriente, abrazaba una copa y a sus compañeras, exultantes.

Siempre era así: alguien señalaba el desinterés de los grandes medios por las pequeñas pero gigantescas noticias personales, que además solían ser colectivas, y pedían ayuda para enmendar la situación, aunque fuese a ese nivel individual.

Luis se sensibilizó por el tema cuando descubrió un avance en un famoso teorema matemático con tan sólo 14 años y ningún medio del país lo recogió. Conservaba un recorte minúsculo de una revista alemana y el grato recuerdo de que su profesora preferida lo comentara en clase, augurando que, con el paso del tiempo, llegaría a ser un magnífico científico, aun cuando la mayoría de sus compañeros le miraran con cara de perplejidad, como pensando: "¡mira qué listo!".

La idea de trabajar en BNPs se le ocurrió un día, paseando por la calle Marie Curie, de la Autónoma, donde recibía un curso de especialización en tecnología, y en plena crisis, tras decidir abandonar su hasta entonces dedicación favorita, la de escribir relatos cortos. Así, montaría una agencia de noticias - la AdBNPs - para convertir las "no-news" personales en dignas y valoradas noticias, dejando una actividad que sólo le proporcionaba una - relativa - satisfacción individual por otra mucho más comprometida socialmente. Y así lo hizo. Pero al cabo del tiempo, pese a sus altas capacidades y su tesón, comprendió que luchaba contra los elementos. Sin importar cómo las preparase, en cuanto a maquetación, imágenes, texto, sistema de entrega... los medios casi nunca tenían hueco para sus noticias. Al año siguiente dio con la clave: convertiría su embrionaria agencia en una fábrica de falsas/auténticas BNPs. Desde información verdadera construiría noticias (¿falsas?, ¿auténticas?) con los formatos, logotipos, de medios generalistas, tal y como hubieran salido en ellos, a poco que tuvieran mayor sensibilidad o más espacios.

La abuela de Mati recibiría en su wattsapp una imagen de una noticia montada con los logos de dos importantes medios de difusión nacional, bajo el titular "Matilde Sanz, la capitana del siete leonas de Pinto, levanta la copa de campeonas de España", con foto y 20 líneas de texto, lista para difundirse entre amigos y familiares.

La agencia sólo admitía donaciones anónimas posteriores al envío de la buena noticia. Por supuesto, no aceptaba encargos comerciales.

Luis, además, desarrolló un sistema de cuentas de twiter y wattsapp que multiplicaba por 100, si así se lo pedían, la difusión que los clientes hacían de las BNPs a sus destinatarios principales: sus propios entornos, los contactos de sus listas particulares.

A ratos, Luis daba clase on line en una universidad del País Vasco sobre hackeo ético y transparencia cívica, y en los demás ratos hacía dos o tres horas de ejercicio en bici, repartiendo con una enorme mochila cuadrada a la espalda, para una de las empresas del momento.

A la noche, poco antes de acostarse, le gustaba mirar desde su balcón de segunda planta - el lujo de aquella habitación de casa compartida - la actividad de la gente que paseaba o tomaba algo en dos pequeñas terracitas de la antigua, recoleta y triangular plaza que tenía a los pies. Sus movimientos y el murmullo de sus conversaciones mientras se despedían del día eran el telón de fondo de relatos nunca escritos, como éste, sobre un amigo, un árbol y una bicicleta.