"Belleza sobrecogedora" de Susana Aguilera Sánchez

Impresionada, observa el cielo grabando en su mente la sobrecogedora imagen que se muestra ante ella. Es estremecedoramente bello.
Exhausta, se deja envolver por sus tonalidades, por la intensidad de su luz, por un cielo bañado por colores imposibles. Suspira llevada por sentimientos que le abruman y arrastran las lágrimas hasta sus ojos. Sin darse cuenta, el mundo que la rodea se ha cubierto de tonos bermejos; nubes granates y anaranjados, riscos púrpuras, y el valle entero tiembla ante la fuerza que lo sobrecoge.
Gira despacio el rostro sintiéndose hipnotizada por tanta descontrolada belleza. Tiene la impresión de que un perverso dios ha pintado a su antojo el paisaje que le rodea con una paleta de intensos amarillos, fuertes bermellones y encarnados abrasadores. Ha dado desbocadas pinceladas de rojos, rojizos, rufos y anaranjados; brochazos caprichosos para crear una obra imposible; una creación infernal. Una abominación hermosa que te atrapa en su mortal trampa.
El calor que siente es demasiado intenso y sus miembros se crispan mientras el estupor cubre su linda carita. Su corazón intenta escapar de su acalorado pecho y un jadeo desesperado escapa de su boca. Prueba a respirar hondo para calmar los sentimientos que la abruman, pero solo logra sentirse más ahogada, más desazonada y desesperada.
Jamás pensó llegar a ser testigo de algo tan terriblemente abrumador. Se siente completamente sobrecogida y su cuerpo se niega a reaccionar; se ha convertido en una estatua de sal que solo puede observar fascinada el caos que la rodea. La destrucción que envuelve todo.
Nunca creyó que podría admirar un paisaje como el que tiene delante. Intenta poner en orden sus pensamientos, controlar su angustia, paralizar su miedo para realizar un último intento de escape, pero sus intentos fracasan una vez más; está rodeada, no hay escapatoria. Ya no le quedan fuerzas para tratar de sobrevivir; solo es capaz de seguir tumbada en el suelo y permitir que las lágrimas inunden la ceniza que mancha su rostro. Solo puede dejarse llevar por tanta belleza, por tanta destrucción.
"¿Cómo algo tan bello puede ser tan mortal?", se pregunta mientras, cautivada, observa cómo una tremenda lengua de fuego se eleva hacía el cielo y arrasa las copas de los árboles más cercanos. Olisquea el humo con su hocico, cierra lentamente los ojos y escucha impotente los gritos angustiados del bosque, el terror de sus habitantes, la vida desesperada que se consume por el fuego.
Es el fin de su mundo, de su casa, de su familia. Es su fin.
Será nuestro fin.
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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)