"Balada" de Nani Canovaca López

22.10.2020

Sé que mi melena es muy especial, en particular lo fue para mis progenitores. Mi padre decía que era música y que en mis cabellos estaban enredadas todas las notas de un pentagrama. Cuando era niña me encantaba que me hablara de esa manera, mientras jugaba en la alfombra con mi colección de cromos, mis muñecas y ellos escuchaban aquellos discos de vinilo, que con todo el amor limpiaban con una gamuza amarilla cuando los sacaban de la funda, para colocarlos en el pikú como llamaban a su tocadiscos y más tarde, antes de volverlos a introducir. Se embelesaban con sus bandas sonoras o canciones predilectas y sabía lo que encontraría entre mis cabellos, según el tipo de melodía que sonaba. Me acariciaba el pelo patinando a ritmo del vals, mientras expresaba que brillaba en clave de Sol. Si eran pasodobles, bailaban y reían, mientras apuntaba que tuviera cuidado con las fusas y las corcheas que resbalaban en cascada. Cuando era música más serena o algo más lírica, mi pelo se inundaba de silencios y a veces, cuando evocaban aquellos grupos de la época, comentaban que las notas giraban en torno a mí, porque era toda melodía y fruto de ella. Todo eso no lo entendía de pequeña, pero me agradaba verlos felices, contando todas esas historias. Ahora cuando escucho a los Bravos, los Pekenikes, a Miguel Ríos o alguna zarzuela, noto que por mi pelo bailan las corcheas, blancas, semifusas y hasta las redondas, que a su vez, me producen tal cosquilleo por todo el cuerpo, embargándome la emoción y bella nostalgia. La primera vez que fui a la ópera lo hice sola, ¡ya no estaban ellos! Estuve en el palco más barato porque mi poder adquisitivo no era para tirar cohetes, pero fue una verdadera delicia escuchar la voz de una soprano en directo. Con ellos me acostumbré a escuchar a la Caballé sobre todo, aunque también a la Callas y alguna más, junto a sus homólogos masculinos, pero en esta ocasión tenía la oportunidad de ver in situ a Ainhoa Arteta. Fue una experiencia increíble. Mi pelo en esos momentos se inundó sobre todo, de recuerdos gratos y el pentagrama de mi vida resbaló por mi rostro, agradecida de todo lo que aprendí creyendo que era un juego y hoy es mi sustancia, mi profesión y el sentido de mi existencia. Sé que estoy repleta de bandas sonoras, canciones, notas musicales y niños a los que enseño con el mismo cariño del que me empapé. La música forma parte de mí. Soy pura balada.