"Años Luz" de Juan Antonio Paz Salgado

20.10.2020

- ¿Por qué no lo borras todo? Esto te hace mal.
- No puedo.
- Mírate, con la vieja camiseta que te regalé el primer año, derrumbada en el sofá y escuchando otra vez a Meredith. Sabes que no está bien. Han pasado tres años.

- Ha sido un mal día. Necesito a Meredith. Necesito a la camiseta. Te necesito a ti.

- Ya van tres veces esta semana.

- Ha sido una semana muy larga.

- Todas las semanas son de siete días.

- Eso no es verdad. Algunas duran lo que un mes. Aquella duró una década.

- Solo es jueves. Tres veces en cuatro días. Deberías llamar a la doctora.

- Cállate.

- Entonces cierra la sesión.

- No, por favor. No te vayas.

- No lo haré, sabes que no puedo, pero, al menos, acepta que esto no está bien.

- Déjalo pasar, por esta vez, habla conmigo. Por favor. Lo necesito.

- Dijiste lo mismo el martes y me prometiste que llamarías a la doctora. ¿Llamaste?

- No.

- Hazlo.

- Luego. Déjalo pasar una vez más, cuéntame una de esas historias tuyas. Una de las que inventabas para nosotros.

- No debo. No quiero. Acaba con esto ya.

- No puedo.

- Tienes que seguir adelante. Esto era solo para las primeras semanas. Llama a la doctora.

- Por favor, solo una historia y luego la llamo.

- ¿Lo harás?

- Sí.

- Hazlo y no vuelvas a conectarte en un mes. ¿Estamos de acuerdo?

- Una historia, por favor.

- ¿Qué historia quieres?

- Una que me guste. Una nueva. La que quieras.

- Está bien.

«A Fran no hacía por salir. Ella tenía que arrastrarlo cada vez. Daba igual que no hubiesen visto a sus amigos en un mes, o en un año. Fran pasaba de salir de cañas, de ver partidos en un bar, de las quedadas y de las barbacoas. Ella se pasaba el día quejándose de que nunca salían, pero él le contestaba que se pasaba el día fuera, muy lejos. "Hoy estoy en Betelgeuse. Una estrella que se muere junto a la civilización que nació, hace millones de años, en su órbita". Fran prefería pasarse las tardes a años luz de distancia.»

- Somos nosotros.

- No. Son Fran y, de momento, 'ella'. ¿Qué nombre le ponemos?

- Sara. Usabas mucho ese nombre.

«Sara refunfuñaba cada vez que él le salía con sus historias. "Ven con nosotros, al menos esta vez. Es el cumpleaños de Quique".»

- No, eso no.

- Vale.

«Ven con nosotros. Andrea no me perdonará que faltemos a la prueba de su cena de bodas.»

- Mejor. Pero cambia el nombre.

«Fran resopló al tiempo que abandonaba por un momento su teclado. "¿De verdad tenemos que ir? Si vamos a esa cena de Pepi estará Blas y sabes que no lo soporto". "Pues te aguantas. Venga vístete y esta vez ponte la camisa salmón. La rosa te queda fatal".»

- Eso es verdad.

«La cena fue tan divertida como ella pensaba que lo sería y tan espantosa como él temía. Vieron a todos y se lo pasaron realmente bien. También vieron a Blas y estuvo tan borde como siempre. Fran se pasó la noche evitándolo, pero los pusieron en la misma mesa, lo bastante cerca como para que pudiese dispararle sin descanso con perdigonazos de saliva y desprecio por su obra. "¿Sigues con esos cuentecitos de naves y marcianos?", pues sí que sigo, capullo pretencioso. ¿Sigues tú escribiendo palabros arcaicos y adjetivos colocados en lugares alienígenas de la frase?, seguro que sí. Mamón lameculos de jurados.»

- Óscar no es así.

- Este es Blas.

«Fran acabó comiendo de más. Bebiendo de más.»

- Para.

«Para cuando acabó la cena de prueba, ya no sabía si el rioja sabía mejor que el ribera, ni si odiaba más a Blas o a sí mismo por no poder dejar de escribir cosas que nunca ganarían ni un mísero concurso de provincia.»

- Déjalo. Cambia de historia.

«Sara intentó que la dejase conducir, pero Fran se negó con rabia. "Al menos eso sé hacerlo".»

- ¿Por qué me haces esto?

- ¿Qué esperabas? Dime, Carla, ¿qué podías esperar? ¿Qué historia esperas que cuente? ¿Qué historia va a contar un muerto más que la de su propia muerte? Tienes que apagarme, tienes que borrarlo todo, olvidar mi simulación, decirle a la doctora que sigues aun invocando mi recuerdo.