"Amistad" de Ana Vázquez

12.09.2022

Finalizaba junio, y Felipe se acercó a la Facultad de Sociología.

Nervioso se buscó en las listas. Su alegría fue inmensa al ver que había aprobado, por fin podría viajar para realizar su investigación.

Después de tomar unas cañas en el bar La Catrina con sus dos mejores amigos, se despidió diciendo que pronto tendrían noticas de sus logros.

Ya en casa, guardó en la maleta ropa amplia, tanto para el calor como para el posible frío, y otros objetos como la brújula que le había regalado su abuelo. Después, reservó su billete por Internet.

En un libro de leyendas, había leído que en el desierto de Kikosa existía un oasis donde crecía un árbol llamado "Amistad", éste tenía propiedades mágicas, pues el brebaje de sus hojas combatía la desigualdad entre los humanos.

Durante el largo viaje, fue pensando en cómo desarrollaría su trabajo. Lo mejor sería alquilar una "montain bike", para poder recorrer los caminos que le llevarían hasta el oasis. No existía un mapa del lugar, pero la brújula le daba confianza.

Una vez en la ciudad dejó la maleta en el hotel Diversidad. En la recepción le informaron sobre una tienda especializada en bicicletas para atravesar el desierto de Kikosa. Después de tomar un café bien cargado se dirigió a la tienda Tonka. Le impresionó el escaparate, había bicicletas de todos los estilos.

- Soy Eva, ¿te puedo ayudar? -dijo una joven morena.

- Gracias, estoy buscando una bicicleta para cruzar el desierto de Kikosa.

Eva le enseñó dos bicicletas muy resistentes. Entonces, empezaron a hablar sobre la búsqueda que él pretendía realizar. A Eva, le interesó y quedaron en verse cuando cerrara la tienda.

Felipe la esperó en el restaurante de la plaza, hablaron y hablaron sobre el proyecto. Eva le pidió ir con él.

Quedaron muy temprano a la salida de la ciudad, los dos con sus bicicletas y las mochilas con todo lo necesario para atravesar el peligroso desierto de Kikosa.

Después de tres horas, se encontraron al principio del desierto, no sabían qué dirección tomar y Felipe sacó su brújula. De acuerdo con la leyenda, el oasis tenía que estar hacia el Este. El camino era muy áspero y rocoso, tendrían que ir con cuidado. Al anochecer, decidieron descansar detrás de una duna. Tenían los ojos cerrados cuando notaron por sus piernas un cosquilleo y pellizcos. Abrieron de golpe los ojos y vieron cómo varios escarabajos saltaban desde la arena hacia sus pies. Ya les habían advertido que esos escarabajos eran venenosos, por lo que Felipe había adquirido un frasco conteniendo un antídoto muy eficaz. Eva estaba aterroriza. Rápidamente, Felipe le dio a beber el contraveneno y, en cuanto Eva se encontró mejor, cogieron sus bicicletas para salir de allí.

Felipe volvió a sacar la brújula. Al poco, un rugido los inquietó.

Miraron para todos los lados, pero no vieron nada. De nuevo otro rugido; en lo alto de una roca que sobresalía entre las dunas, vieron a una leona blanca que los observaba.

Muy asustados, ni se movieron, solo miraban a la leona. Un zorro de grandes orejas pasó muy cerca y la leona dando un salto lo atrapó, llevándoselo a su guarida. ¡Uff! Se habían salvado.

Un olor a tierra húmeda los hizo sonreír. El oasis tenía que estar cerca. Felipe cogió el catalejo y miró a lo lejos, enseguida diviso árboles y agua. A pesar del cansancio, pedalearon a toda velocidad hacia el oasis. No podían creerlo, en medio de aquella arena crecían diferentes plantas, un hermoso árbol de colores intensos los dejó sin palabras. Felipe buscó la foto del árbol "Amistad" en su libro.

Sí, era el mismo. Con mucho cuidado, cortaron algunas de sus raíces y, muy contentos, descansaron a su sombra.

A su regreso, Felipe y Eva abrieron un laboratorio donde elaboraron la pócima magistral y tanto en su país como fuera de él se fue haciendo famosa. Los gobiernos la solicitaban para conseguir la igualdad social.

La "Amistad" se impuso en todo el planeta y, si viajamos a su ciudad, podemos ver la placa con los nombres de los descubridores, que brillan siempre al ponerse el sol.

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Imagen: Obra de la pintor Rosa Salinero (Vitoria / Ciudad Real)