"Acceso al conocimiento" de Enrique Gutiérrez y Simón

01.03.2021

Un conductor, circulaba en su automóvil por la serpenteante carretera que de Cali comunica con el puerto de Buenaventura, en Colombia, con una lluvia tropical con enormes gotas y vientos raseados, donde las "plumillas" apenas si alcanzan a dejar el parabrisas limpio por segundos.

Su trabajo en ese Puerto, le obligaba a hacer ese recorrido con cierta frecuencia, por esa carretera que va buscando los pasos más accesibles a través de la Cordillera Occidental de los Andes americanos, cuyo trayecto, con inmensos farallones a un lado del camino y profundos abismos al otro, hace que el viaje resulte hasta cierto punto una aventura con clima normal, y peligrosísimo con el temporal que se había desatado ese día.

De pronto, de entre la cortina de agua, con la visión deformada al chocar ésta con el parabrisas, alcanzó a ver dos pequeñas figuras que iban agachadas en dirección contraria por la carretera, ya peligrosa por la orografía del terreno y más porque caminaban en dirección inadecuada. Por la derecha de la calzada, en una carretera estrecha y sin arcenes de ningún tipo. Nadie les había enseñado que los peatones deben caminar por la izquierda, para ver de frente los vehículos que se les acercan.

Eran dos niñas de unos siete y nueve años aproximadamente, vestidas con unos sencillitos vestidos blancos, descalzas y medio cubiertas con un pedazo de plástico que ambas intentaban sujetar, mientras el fuerte viento mezclado con el agua lo levantaba y las empapaba. En la mano de la mayor se alcanzaba a ver un pequeño envoltorio de plástico con cuadernos de estudio y quizá algún libro. Todos estos detalles, se percibían debido a la lenta marcha que obligatoriamente debía imponer a su coche y la normal de las niñas a pié.

Esta imagen sumada a muchas otras que había visto en diversos poblados de Colombia, con niños desarrapados y esforzados maestros de ambos sexos, que hacían lo que podían con una absoluta carencia de medios y en unas supuestas escuelas, que muchas veces parecían galpones para ganado, le hizo pensar en la cantidad de cerebros excelentes que se estarían desperdiciando en el mundo, porque a las personas con esos cerebros excepcionales no se les proporcionaban los medios más elementales para que se cultivaran y se excitaran sus neuronas para llegar a los resultados, que ellos y su país podían potencialmente obtener.

Hablando sin tema determinado con un amigo sociólogo, le expuso esa inquietud de la riqueza potencial que se estaba desperdiciando en todo el mundo, porque los gobiernos y entidades que tenían la facultad o mejor, la obligación de hacer despertar esas potencias, no hicieran su trabajo adecuadamente.

El sociólogo le dijo: En realidad, es cierto que si hiciéramos lo correcto, tendríamos mucho mejores resultados y despertaríamos todos los valores de muchas personas que ahora mueren de viejos sin haber vislumbrado aspectos de la vida que, indudablemente habrían cambiado sus vidas y la de toda la sociedad de su entorno, pero nos queda un mínimo consuelo al saber que, los verdaderos genios, los que tienen una capacidad excepcionalmente superior, surgen en todo caso, por encima de todas las trabas o inconvenientes que encuentren en su camino. Es algo así como lo que puedes ver viajando por las carreteras de Colombia. Se traza una carretera, se pone un firme de piedra y luego le echan asfalto, pero curiosamente, en muchos lugares empiezan a brotar plantas incluso rompiendo el asfalto y a pesar del tráfico. Y, por supuesto, si en determinado tramo de la carretera dejan de circular vehículos por cualquier causa, al cabo de un tiempo estará totalmente cubierta de vegetación. Esto ocurre en todos los seres vivos de la Naturaleza, por lo que los que nos dedicamos a la educación, debiéramos esforzarnos mucho más en el cultivo de los cerebros de las personas. Desafortunadamente, hay muchos gobiernos y países, en los que en lugar de abonar y cultivar esas plantas, parece que su único fin es cubrirlas de piedras y asfalto y luego pasar sobre ellas todo tipo de instrumentos para que no crezcan. Ya se sabe que los pueblos son muchísimo más peligrosos cuanto más costumbre tengan de pensar...