"434", de Curro Sáenz

02.06.2019

Hoy es el día. Debería decirles que tengo miedo, que estar al borde del precipicio dispuesto a saltar no es cosa de locos. Es cosa de querer vivir, de querer cambiar. De ir de un lado hacia otro lado sin saber lo que uno se va a encontrar. Sin saber nada de nada. No hay necesidad de pensar por qué estoy aquí y por qué estoy ahora. Estoy aquí y ahora. 

Dispuesto a ser otro en otro lugar. Un ser diferente del que he sido en los últimos meses. Tal vez me encuentre con las voces que escuché o tal vez las escuche de otro modo. Tal vez descubra por fin a dónde llevaban todos los pasos que me hacían ir de norte a sur o de este a oeste, sin rumbo alguno, sin destino conocido. Solo movimientos en la oscuridad, solo la sensación de estar, ni siquiera la sensación de ser. Es normal que tenga miedo de saltar. Es muy normal. Aquí y ahora. Pero están todos esperándome y no les voy a defraudar. A todos ellos que jamás me han visto y que quieren verme para hacerme reír y probablemente llorar. Y probablemente llorar. Para eso están los ojos. Para ver. Para llorar.

No debería tener recuerdos, pero los tengo. De alguna manera, vinieron hasta mí. Todo este tiempo que he estado aquí he disfrutado de cada uno de ellos como si hubiera estado ya ahí, al otro lado, a donde voy a saltar. Y es probable que en el salto olvide todo lo pasado, todo lo vivido. Es muy posible. Con la primera bocanada de oxígeno ya no seré el que fui y nunca recordaré nada. Y volveré a empezar. 

Volveré a empezar salvo que ella aparezca. Tal vez al doblar una esquina, tal vez en algún lugar. Y entonces el salto habrá merecido la pena, habrá tenido todo su sentido. Y en ese breve instante, puede que esos ojos, esos ojos que ven, esos ojos que lloran, esos ojos suyos en los míos me darán la certeza de que es ella a la que he estado esperando todo este tiempo. Todos estos tiempos. Y con la que llegaré hasta el final. Hasta el final de todo. Y luego todo volverá a comenzar. Todo volverá a recordarse. Y a olvidarse.

Uno nace solo y muere solo. Uno ama solo. Nacer, morir, amar. Primer aliento y último. Nada antes y nada después. Nada. Y en el medio un corazón latiendo. Millones de latidos.


Y entre el primer latido y el último, muchas cosas que contar. Muchas. Muchísimas. 3,434 kilogramos. Allá voy.