"El adiós del viento" de Rafael Blasco López

29.08.2022

Arrastra el viento el silencio espeso entre la ausencia permanente de sus calles.

Movidas por el mismo aire, algunas ventanas dicen adiós como manos de espíritus. Muestran para el recuerdo interiores rústicos, modos de vida ahogados por el exilio hacia un supuesto estilo de vida mejor.

La energía que tanto costó llegar, se batió en retirada con el mismo goteo sangriento de los vecinos.

Desterrados de sus raíces, se marcharon en busca de un nuevo Dorado llamado progreso.

Algunos muros se desplomaron llorando; lentamente, agonizando, derrotados por el abandono; lágrimas de piedra y adobe desparramadas que vaticinaban el triste final.

Antaño un manto verde rodeaba la colina sobre la que emergía feliz la aldea. Triste y vencida la hierba, se rinde ahora lánguida sobre la inmensa marea de grietas que muestra la llegada de la muerte con una palabra, sequía. Ajeno al resto del mundo, no es el lugar el culpable de la escasez de agua, expira dolorido en su último y árido aliento por el cambio climático que el avance "humano" ha provocado.

Como en la peor ironía, es más fácil hoy importar alimentos de otro continente que seguir cultivando la tierra que pisamos, la misma que nos vio nacer y crecer. Otro joven que se aleja de sus orígenes. Otro anciano que resta días de su vida. Otra puerta que enmudece para siempre. Otro silencio de morada eterno hasta el derrumbe final. Otra estocada por la espalda al lugar y las personas que contribuyeron calando de sudor y esfuerzo gasones y cepas.

La sentencia está dictada, ejecutada a dedo por un ente invisible que arrasa con las causas provocadas: desertiza, tritura y encarcela en el pasado nombres, viviendas y vidas.

Poco importa si es el último o el penúltimo. El hombre deja la maleta sobre unos riscos, se gira y mira las casas de su pueblo, puede que por última vez. Los Sardineros, localidad de Requena en la Comunidad Valenciana, una ínfima gota despoblada en España, ¿cuántos puntos diminutos de soledad se han sembrado en el mapa de nuestro país?

Pletórico de quimeras, el forzado migrante espera alcanzar lo que considera un triunfo, un nivel de vida que le hará enterrar los sueños atrás vividos. No sabe si alegrarse o llorar. Tan solo escucha gemir al viento con un llanto de despedida que se introduce en su mente y desgarra su alma.

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Imagen: Obra del fotógrafo José Carlos Nievas (Córdoba / Murcia)